Mi arte

Lo que expreso con mi arte es la eterna lucha, que siempre ha existido, entre el material y el espiritual.
En cierto modo, entre el bien y el mal.
El arte no es material.
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Estoy constantemente ocupado en este camino, siempre. Esta es la razón por el cambio continuo, lento de los materiales que utilizo para expresar lo que la voz interior me dice.
Todo lo demás, lo que sucede durante la creación de la obra y más tarde en torno a la obra misma, es «pura vida», para bien o para mal.
El espíritu se manifiesta y se hace visible, se hace táctil, a través del material; para comunicar a los corazones de las personas. Yo soy el instrumento, un puente de comunicación, un intermediario usado para comunicar.
Mi inspiración, o voz espiritual, viene de lejos y no me deja nunca.
Tenía 16 años cuando tuve un accidente frontal de moto. Morí en el suelo durante varios segundos, estuve proyectado hacia lo alto, lejos, y luego devuelto abajo a vivir de nuevo. Ese momento cambió mi vida, si puedo definirla mía. Arrojado, sin quererlo, en el mundo del arte.
El arte de la joya, el ornamento personal por excelencia, la escultura de material noble como el oro y las gemas.
Un mundo gigante hecho de diseño, técnica, materiales finos, pasión, todo concentrados en unos pocos centímetros, unos pocos gramos de peso y en volúmenes pequeños.
Mundos distintos dentro de cada piedra; para explorar y aprender cada vez.
Espacios ilimitados en el interior del material. Colores y transparencias. Dureza diferente para cada material con el que estamos en contacto, pero también diferente vibración y pureza.
La pureza real que transmite un diamante es sorprendente así como su dureza.
En el desierto mexicano, en Real de Catorce, la voz se suma a visiones. Alienígenas, formas de vida que no son de este mundo. Lo que vi se ha convertido en el «Welcome Project».
La voz me obliga a realizar lo que vi. En la forma escultórica a mí más adecuada en ese momento.
Nacen 11 obras.
La principal es la visión más clara, una nave espacial aterriza arriba de un soporte y un alienígena camina por una brillante avenida hacia mí.
Un cuenco de azúcar con la cuchara mayor y otras seis cucharas para café, precisamente el «Welcome», el título.
Bronce, plata, seis pequeños rubíes, cera, resina y circonas son los materiales usados.
Un año fue el tiempo para verlo terminado.
Un acto de fe.
No un adiós sino un hasta luego al mundo de la orfebrería: el primer amor nunca puede ser olvidado ni traicionado.
De este momento en adelante considero mis obras como joyas y me deshago de los materiales y de las limitaciones anteriores, pero siempre aplicando la misma perfección de las ejecuciones técnicas aprendidas en tantos años de práctica marcial.
Ahora tengo la libertad artística. Nace el hombre común, en madera. Estoy en las Alpes y quedo atrapado por el calor que la madera desprende. Desde los metales y las piedras a la madera. Desde el frío al caliente al tacto. Incluso para la madera es una cuestión de dureza. Me enamoro del pino Cirmolo. Es suave, aromático, pequeñas venas y nudos diabólicos. Parece de tallar carne. Soy yo que quiero ser un hombre común. Sencillo. Que no quiere más oír voces y tenerles confianza, ni estar siempre obligado a hacer.
En ese momento la cosa se convierte para mí en una cuestión de fe. Entro en una «crisis de misticismo religioso». Soy contemporáneo en mis obras. Una vez más la voz espiritual. ¿Tengo que escuchar o no? ¿Estoy loco o es simplemente inspiración???
Escucho la voz. Es un acto de fe hacia la voz. Escribo una carta a Papa Francisco y a el regalo la obra en madera más grande y más hermosa de la serie, titulada «Todos con Francisco».
En la tranquilidad de la montaña me encierro en el estudio y en mí mismo y empiezo un proceso de miniaturización de mis esculturas, lo que me lleva a la realización del juego de ajedrez más pequeño del mundo, tallado a simple vista.
Tiene un tamaño de 0,7 x 0,7 cm, completa con las 32 piezas del ajedrez. Un mes y un poco más para acabar con ella. Ahora siento temblores y algo que quema dentro de mí. He conseguido algo que nadie en el mundo a simple vista y sin herramientas especiales puede hacer. Y teniendo en cuenta el hecho de que en este planeta nunca se ha habido tanta gente, no me parece poco. Por desgracia, una vez más no me siento un hombre común, regular… que tiene su propia vida fuera de la constante y loca obligación a mover sus manos para liberar la tensión que está dentro de mí mismo. A pesar de no tener espacio y medios económicos e instrumentales, mi arte no deja de seguir adelante de toda manera.
Mi trayectoria artística conduce a la verdadera demostración de que el arte no es un fenómeno material ni mucho menos instrumental. Es un fenómeno espiritual que algunos tienen y viven. Están obligados. No pueden evitarlo… no es simple voluntad. Mi voz interior que se manifiesta en esculturas y obras, creo que quiera comunicar al mundo a través de ellas que el amor y la compasión se deben considerar como necesidades prioritarias para todos los seres vivos.
Me entrego en cuerpo y alma a la microescultura a simple vista. Tallo en las puntas de lápiz, el cilindro de grafito de 2 mm de diámetro que está en el interior de los lápices para dibujar. No me extraña que incluso el grafito tenga diferentes durezas. Es para mí como entrar en otra dimensión del espacio/tiempo, otro mundo. Como si algo se apodere de mi cuerpo. Absorbido en la materia, me pierdo. Una energía tan grande descargada en una escultura tan pequeña. ¿Qué es lo que más proporciona, en forma de escultura, la inexactitud de la relación entre el espacio y el tiempo??? ¿Qué es meno material de una punta de lápiz? Me sorprende cómo mi vida ha llegado a esto: un viaje a revés. Me explico: ¡desde los diamantes, a las puntas de lápiz! ¡Sorpresa!!! ¡En el interior de un diamante, que se considera puro, puede encontrarse como defecto una inclusión de carbón, grafito! Un pequeño punto negro (que se puede ver con una lupa de 10 veces) que determina el grado de pureza.
Es como si estuviera esculpiendo algo sublime y puro. Algo que pocas personas pueden ver de esa manera. Algo parecido a una contradicción, como esculpir la nada, el vacío. Mis joyas son mis esculturas. Mis diamantes son mis puntas de lápiz.
Como performance artística en 2016 esculpo 14 lápices que representan a un pequeño hombre sentado en la punta del lápiz y la ofrezco como obsequio a otras tantas personalidades del mundo del arte contemporáneo, galeristas y críticos internacionales de nivel mundial.
El título de la performance es «AYUDAME EN NOMBRE DE EL ARTE».
Desde los diamantes hasta las puntas de los lápices he dedicado 26 años de mi vida, un largo camino, una sola trayectoria la mía, desde siempre. Un único diseño, una única misión.